Editar a Félix

•julio 11, 2016 • 1 comentario

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Tengo sobre mi mesa, después de una larga y angustiosa espera, los cuatro libros de Félix Hangelini que he editado posteriormente a su muerte repentina, en junio de 2012. Pocos días después de haber sido asesinado, sin recuperarme de la espantosa noticia, comencé a organizar y reunir su poesía. En medio del dolor, revisando inéditos y escribiendo sobre su lírica, me fui dando cuenta de que aquella iba siendo otra forma de dialogar con Félix, de seguir nuestras largas, a veces infinitas conversaciones. Lo que había comenzado a ser un ejercicio académico que me impuse como obligación para dar a conocer la obra de Félix, poco a poco fue el modo de seguir escuchándolo hablar. Su palabra venía a ser otra forma de presencia.

(…)

Para seguir leyendo ir a: El Jardín de Academos

Apresar el horizonte

•julio 10, 2014 • 1 comentario

FH Atrapar el horizonte

Homenaje a Félix: ‘I Have a Bird in Spring’ y ‘A Bird Came down the Walk’ de Emily Dickinson

•junio 11, 2014 • 1 comentario

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Dedico estas dos traducciones de poemas de Emily Dickinson a la presencia de Félix Ernesto Chávez, que hoy cumple dos años de hacer de la muerte ubicuidad. Desde su sombra, desde el cobijo de su silencio traduzco.

Félix, ave que siempre parte y llega, como asegura Dickinson, eternamente traerá nueva Melodía. Igual que Dionisos, será continuamente el recién llegado, renovada esperanza, con sus remos afilados camino a una casa imposible que en algún lugar nos espera, “from blank to blank”.

Para leer más, ir a El Jardín de Academos.

YC

Presentación de ‘La claridad en el abismo’

•May 5, 2014 • Deja un comentario

Amigos,

Me alegra poder invitarlos a la presentación de La claridad en el abismo de Félix Ernesto Chávez López (publicado por la Editorial Verbum), el 23 de mayo de 2014 a las 19:30 en Don Gastón Taberna (Infanta Mercedes 27).

Aunque el libro es un ensayo sobre la obra de Luisa Pérez de Zambrana, mi idea es poder presentar algunos fragmentos de cuentos, ensayos y poemas de Félix que evidencian la interacción, el contraste y el diálogo que hay en toda su poética, así que no haremos una presentación estándar.

Será un buen momento para recordar y homenajear a Félix y su obra.

Más detalles en la invitación que adjunto:

La claridad en el abismo copia

VERSIÓN DEL CÍCLOPE*

•abril 2, 2014 • 1 comentario

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He visto manadas de tigres desolladas

las he visto pacer y nadie las explica

(a media tarde mi amante vuelve a casa

y confiesa su odio con dulzura)

 

nunca he usado esos puñales

que me dieron a beber una navidad ya rancia

con el aroma de un campo de magnolias

vistas antes de clarear

 

sobre otra paz cubierta de sangre está la almohada

y las ovejas pastando desoladamente sobre ella

pues el silencio es origen de toda desolación

sólo yo vi aquellas manadas que nadie corrompe

reposando bajo el sol bajo los labios del verano

(hago hincapié en el gesto espontáneo

de no alzar la cabeza aunque el cielo siga ahí)

 

si hubo un tiempo posterior

tal vez sea este:

nadie explica los dardos que pasan

uno tras otro como en una fila interminable

se extinguen hasta el cansancio

desolladas verdades como ilusiones vagas y transitorias.

 

Félix Hangelini

Barcelona, 7 de diciembre de 2003

 

* Poema inédito de Félix Hangelini no recogido en ninguno de sus libros de poesía anteriores.

La claridad en el abismo

•enero 26, 2014 • 7 comentarios

Ha sido publicado el volumen La claridad en el abismo. La construcción del sujeto romántico en la poesía de Luisa Pérez de Zambrana de Félix Ernesto Chávez (Verbum, 2014). La edición estuvo al cuidado de Yoandy Cabrera y Milena Rodríguez.

Como presentación del libro, resultado de la tesis doctoral de Félix Ernesto, publicamos la nota de los editores:

 

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NOTA DE LOS EDITORES

Dentro del “bosque escrito” (como le gustaba llamarla a su autor) que constituye la obra de Félix Ernesto Chávez López (La Habana, 28 de octubre de 1977-México D.F., 11 de junio de 2012), su tesis doctoral sobre Luisa Pérez de Zambrana ocupa un lugar fundamental: se trata del estudio investigativo y ensayístico más exhaustivo, acabado y profundo que logró realizar el autor en su corta vida, truncada trágicamente a los 34 años.

Dos facetas esenciales había en Félix Ernesto Chávez: el poeta, que se dio a conocer bajo el pseudónimo de Félix Hangelini, y el investigador y ensayista que firmó trabajos y artículos con su propio nombre. Aún podríamos hablar de una tercera, la del profesor que impartió docencia en la Universidad de La Habana, en la Universidad Autónoma de Barcelona, en la Universidad Autónoma de Madrid.

La tesis doctoral de Félix Ernesto Chávez gira en torno a Luisa Pérez de Zambrana, figura canónica de la literatura cubana del siglo XIX, la autora de las llamadas “Elegías familiares”, la poetisa “obediente”, al decir de Cintio Vitier, la que perdiera a su esposo y a sus cinco hijos y escribiera para ellos, en medio de ese “abismo” existencial y personal, intensos, trágicos, hermosos poemas; una mujer que quizás atrajo a Félix Ernesto Chávez porque halló en ella cierta cercanía con otra escritora muy admirada por él, Emily Dickinson.

El trabajo de Félix Ernesto Chávez en torno a Luisa Pérez de Zambrana abarca la vida y la obra de la escritora, pues, ante la carencia de una biografía, fue  decisión del autor documentar la vida de Luisa Pérez y de sus familiares y descendientes, poniendo en claro fechas, datos, nombres, acontecimientos significativos. Esta tarea minuciosa, detallada, que constituye la primera parte del estudio, supuso para Félix Ernesto Chávez un arduo trabajo realizado en diversos lugares de Cuba e implicó la consulta de documentos históricos, certificados de nacimiento, actas de defunción, legajos y testamentos, muchos desconocidos hasta hoy, y que el autor encontró en archivos, bibliotecas, parroquias, centros históricos y de investigación. La segunda parte del estudio está dedicada a la lectura de la obra lírica de Pérez de Zambrana desde el concepto de “sujeto romántico”, explorando y poniendo en relación vida y obra, examinando los términos de autor y de sujeto lírico, acercándose a los poemas de Luisa Pérez a través de las diferentes auto-representaciones que ella construye de sí misma: la hija, la esposa, la hermana, la madre, la patriota… Textos esenciales de Luisa Pérez, como “La vuelta al bosque”, o “La noche en los sepulcros” y, en general las célebres “Elegías familiares”, son analizados cuidadosa, sagazmente por Félix Ernesto Chávez, quien también  se acerca, sin embargo, a otros poemas menos conocidos de la escritora, como los que dedicara a la Virgen de la Caridad del Cobre o los que escribiera para sus nietos y bisnietos. Asimismo, se apunta aquí un interesante, sutil matiz, en torno a la idea de la obediencia de Luisa Pérez señalada por Cintio Vitier, matiz que, a nuestro juicio, revela la intuición y la hondura de la investigación y de la perspectiva de análisis del autor.

Desgraciadamente, Félix Ernesto Chávez no tuvo tiempo suficiente para revisar esta tesis para la publicación, un proyecto que constituía, en el momento de su muerte, nos consta, uno de sus principales propósitos. Es muy probable que, de haber podido, el autor hubiera reescrito algunos capítulos, hubiera reelaborado o incluso suprimido algunas ideas. Pero era a él, y a nadie más, a quien correspondía esta labor. Por respeto a su memoria, hemos preferido publicar la tesis tal como él la dejó, limitándonos exclusivamente a cotejar páginas, nombres, referencias y a realizar sólo aquellas correcciones, cambios y modificaciones que hemos considerado imprescindibles.

El 6 de octubre de 2010 la tesis de Félix Ernesto Chávez, dirigida por la Profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona Meri Torras y codirigida por el Profesor Hervé Le Corre, de la Universidad de la Sorbonne Nouvelle Paris 3, fue leída en la Universidad Autónoma de Barcelona y evaluada por un Tribunal integrado por Helena Usandizaga, Christilla Vasserot y Milena Rodríguez Gutiérrez, recibiendo la calificación de sobresaliente cum laude.

Sin dejar de ser un estudio académico riguroso, este trabajo es, también, por su estilo y por su escritura, un ensayo en el que se reconoce la voz de un escritor y de un poeta. Creemos que Félix Ernesto Chávez construye un relato ameno, atractivo para el lector, donde logra unir la biografía y la lírica de Luisa Pérez de Zambrana con fluidez y elegancia. Pensamos que el autor busca y alcanza un equilibrio entre lo histórico, lo biográfico, lo literario-analítico y lo poético.

Queremos, por último, agradecer a Lidia López Padrón, la madre y heredera del autor, por la confianza depositada en nosotros. Hace apenas un mes la obra poética inédita de Félix Hangelini se publicó en la Editorial Hypermedia bajo el cuidado de Yoandy Cabrera. Hoy la Editorial Verbum recoge la principal labor investigadora de Félix Ernesto Chávez. Todas estas páginas (abundantes, hermosas, excelentes en una vida fértil de apenas 34 años) nos devuelven, de algún modo, a Félix, al poeta, al ensayista, al investigador, al hijo, al amigo. Adéntrense los lectores en este “bosque escrito”, deténganse en sus árboles y en sus frutos, en su claridad y en sus abismos. No hay en realidad uno sino dos, dos bosques que se cruzan, el bosque de Luisa y el bosque de Félix, y están aquí, esperándonos.

 

 

                                               Yoandy Cabrera y Milena Rodríguez, octubre de 2013.

El bosque escrito (poesía reunida)

•octubre 31, 2013 • 15 comentarios

No he podido avisar a todos los amigos, conocidos, lectores de Félix de esta fabulosa noticia:

Su poesía reunida ya está disponible  en Amazon. La pueden pedir en el siguiente link o dando click sobre la imagen, al final de esta entrada:

EL BOSQUE ESCRITO. POESÍA REUNIDA.

Personalmente ha sido un libro que me ha costado no solo tiempo y revisión sino mucho dolor. Sobreponerse a la pérdida de un amigo, de casi un hermano y comenzar a escribir sobre su obra, a leerlo yo mismo en calidad de filólogo, de lector especializado, en medio del sufrimiento ha sido la más ardua tarea que me he impuesto hasta hoy. Pero Félix lo merece, y merece más.

Este libro es como un raro milagro, de algún modo Félix vive en él, se materializa en estas páginas. Su poesía tiene una intensidad y una fuerza que nos supera(rá) a todos. Esa es su victoria.

Posiblemente él nunca hubiera permitido una entrada como esta en su blog, pero aquí estamos sus amigos y su madre, que nos contamos entre sus más fieles lectores, para hablar sobre su persona y su obra.

Al cerrar el volumen de su poesía reunida, no he podido hacer otra cosa que escribir, seguir escribiendo y seguir leyéndolo. Haber leído y releído a Brodsky me permitió despejar tensiones, poder hablar de Félix también en calidad de testimoniante, por lo que tengo en proceso un largo texto donde relaciono poesía y vida, amistad y escritura.

Creo que como filólogo, como exégeta he cumplido en parte al compilar y prologar su poesía de un modo académico. Ahora me corresponde hablar de Félix en calidad de amigo, y de la relación que puede existir entre su modo de vida y su poética.

La aventura continúa. Félix, literariamente, casi acaba de nacer. Guardaba con celo y resistencia toda la poesía que hoy damos a conocer y que será el germen de nuevos estudios y reflexiones.

Bienvenidos todos a estas arterias palpitantes y desconocidas de su bosque escrito y gracias por el apoyo de amigos como Johnny, Sandra, Mónica, Ana, Carme, Illa y familia, Juan Luis, Samuel, David, Rafael Díaz Casas, Carlos Pintado, George Riverón, Milena Rodríguez…

Lidia y yo les agradecemos enormemente.

Yoandy Cabrera

Editor

 

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Lento y múltiple

•octubre 28, 2013 • 1 comentario

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De haberme quedado
al menos una línea insignificante
mi luz sería otra
y no este extenso laberinto de voces
representando un hábito terrible
en el estrado del deseo que llega
donde he visto un viento
tan parecido a ti que casi me reduce
como en los tiempos cuando un fino trazo dibujaba
mi espalda
dejándome saber
que era imperio hecho para tus ojos
y mis venas vacías
dorando esa parte de mi cuerpo que nadie comprende

he llegado a pensar
que si hubo más de mi imagen fue pura coincidencia
en los prados amarillos
entre aquellas espadas que nos enlazaban
que si hubo algo absoluto incomprensible
fue la estrategia
de mostrar un mundo que nos era prohibido
la vastedad en un vistazo
que nos dejó ciegos
cuando todo parecía indicar que una puerta se abriría
en el remanso de ese mundo dispuesto para la mano
el caer de los párpados negó todo mapa
y apenas cupe en esta letanía
lento y múltiple
en los umbrales donde una historia feliz me confunde.

 

Barcelona, 31 de octubre de 2003

Félix Hangelini

 

Tomado de: Félix Hangelini. El bosque escrito (poesía reunida). Editorial Hypermedia, Madrid, 2013, p. 286.

 

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«He tratado de escribir sobre el extranjero…»

•septiembre 29, 2013 • 5 comentarios

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He tratado de escribir sobre el extranjero que llega. Me he abierto una herida en el cuello, he hundido la mano mientras removía la sal con el reloj, una disposición cerrada había en la sangre. Es difícil hallar frases dentro, o una forma mecánica de encadenar el mundo a tus ojos. Es difícil enunciar esa soledad del extranjero cuando entra al bosque, porque el bosque a veces finge, y a veces tampoco existe, y a veces el extranjero que llega se parece a mi imagen y a veces también soy yo, y entonces ¿cómo podría escribir sobre mí mismo sin mentirles?

El bosque escrito (poesía reunida)

•agosto 15, 2013 • 21 comentarios

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Bajo el título de El bosque escrito (volumen homónimo a este sitio y nombre de uno de los poemarios inéditos de Félix) la Editorial Hypermedia ha reunido la mayor parte de la poesía que he encontrado (con la ayuda de Lidia, madre de Félix) entre los archivos personales y la papelería de nuestro amigo y poeta.

El primer libro que Félix publicó en vida fue La construcción de las olas, ganador del premio Calendario de Ensayo en 2002. Se presentó al certamen porque partiría hacia España y quería dejarle dinero a su madre. Así lo hizo. El segundo libro (su primer poemario publicado y único conocido por el lector hasta hoy) mereció el Premio de la Academia Castellano-Leonesa de la Poesía destinado a jóvenes creadores en 2005. Fue de nuevo la necesidad económica, las carencias padecidas en un país extranjero, las que lo impulsaron a presentarse al certamen.

Félix no tenía ni el más mínimo interés en publicar su obra lírica, la veía como un acto íntimo, inevitable, que compartía entre los amigos y con las personas que amaba. Pero no es poesía que él escribiese pensando, al menos en primera instancia, en su publicación. Por ello considero que la lírica de Hangelini pertenece, como la obra de Emily Dickinson, a lo que Emerson llamó «la Poesía de Portafolio»: aquella que nace por una necesidad de expresión natural en el poeta y que no busca o pretende como fin ser publicada. Por esa misma razón no leyó nunca Félix en público su propia obra, no le interesaba, no le parecía ni necesario ni positivo imponer su cadencia o su tono a un texto que él había escrito pero que luego iba a pertenecer al que lo leyese. No quería entorpecer ni mediar la lectura del amigo ni del receptor futuro.

Eso explica el alivio sincero que Félix sintió cuando La devastación. La imaginación de la bestia fue descatalogado, y así lo hizo saber en una entrada en este blog con fecha del 8 de junio de 2011 (https://elbosqueescrito.wordpress.com/2011/06/08/el-aroma-de-lo-dificil/). Cito in extenso:

Desde hace pocos días y por azar he podido conocer que La Devastación es un libro oficialmente descatalogado, cinco años exactos después de su publicación. Increíblemente, esto me produce un gran alivio, como ponerme a resguardo, regresar a mi sitio en la sombra, aunque de la sombra nunca salí en todo este tiempo. Fue un libro que nunca fue lanzado, nadie conoce a su autor, no hay referencia alguna de mi biografía en la solapa ni en las páginas interiores, ni siquiera una foto… nada. Su color lila es su único lenguaje. Su grito en la estantería. Un grito que regula su estridencia a medida que el día transcurre y cambia la luz.

Ahora puedo decir que he llegado a poseer verdaderamente mis textos. Los poseo, los protejo, los vigilo. Con la seguridad del que nada tiene que mostrar, de quien no se ha de exponer más. Finalmente, mis pequeños hijos se desplazan al terreno de su propia soledad, alcanzan ese aroma de todo aquello que cuesta ser hallado. Han conseguido quizás algo que siempre he soñado para mí y nunca he podido tener.

A más de un año de su ausencia física, a ocho años de haber recibido el premio de poesía de la Academia Castellano-Leonesa y a los siete años de haber sido publicado La devastación, la Editorial Hypermedia da a conocer este extenso y atendible volumen de poesía que deberá ser presentado en septiembre. Hangelini es uno de los poetas más interesantes y singulares de los últimos 20 años de poesía cubana.

El volumen está disponible en la web de la Editorial Hypermedia.

Quiero agradecer a Lidia por su ayuda y su confianza, a Félix por entender siempre mejor que yo el porvenir y darme las claves, en código, del trabajo que realizo hoy como editor suyo, y a la Editorial Hypermedia por apostar por un autor cuya obra es desconocida en gran parte, pero no por ello menos trascendente. La visibilidad que merezca o merece la obra literaria de Hangelini depende del futuro lector. Y el futuro ya es ahora.

Una vez que la muerte otorgó a Félix el aroma de todo lo difícil, que lo hizo desplazarse al terreno de su propia soledad, ha llegado el momento en que sus textos vean la luz y así se muevan entre nosotros con la bondad y la irreverencia con que él lo hizo en vida.

Este volumen es el rostro eterno, por siempre renovado de un visitante, de un navegante apellidado literariamente Hangelini, que, como Dionisos, siempre acaba de llegar. Su palabra es el golpe más certero contra la muerte y la sucesión.

Desde la sombra, desde la soledad, Félix se nos revela a través de su propia palabra, que es hoy su cuerpo más preciso, su respiración, su modo de seguir hablándonos. Su palabra es el bosque que fue tejiendo y en el que podremos encontrarlo siempre, como bestia huidiza, como ciervo que corre por el bosque escrito.

En la cabecera de esta entrada comparto con los lectores de este blog la cubierta de El bosque escrito, y a continuación, agrego el texto que escribí para la contracubierta :

Nota: Dando clic sobre la imagen se puede ver en mayor tamaño.

YC

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Al atardecer

•agosto 9, 2013 • 3 comentarios

Cuba morro

 

Desde el borde de la isla digo adiós a los que esperan.

 

Al atardecer, la isla zarpa con su nube de rostros

y palacios gigantes, estela de precipicios

para el tiempo. Aún ignoro

ese tiempo que la isla ha puesto sobre la palma de mi mano,

el aceite de mi cuerpo sobre sus soledades

invulnerables. Mi lámpara ha caído.

Abajo encuentro nombres que algún día compartieron

las voluptuosas noches. Cientos de cadáveres

evaporándose hacia un frágil destino

donde el anhelo inclina sus ventanas.

 

He caído a intemperie de mí mismo, en la hondura

de los nombres que tuve. He transitado

espacios de memoria acuartelada

en los oscuros bosques de su lenta

emanación. He susurrado montañas potentes,

letanías de raros esfuerzos donde se esconden

los vientres donde un día hundí mis frustraciones.

 

Hoy ya no sé qué parte de mí mismo

se despide, imagina viajar como la bestia

en las naves difíciles. O qué parte del tiempo

se detiene a esperar con los perdidos

nombres de rostros frescos como la hierba

silvestre. Voy inventando las azules barandas

en que mi mano roza creciendo lentamente.

En su grácil distancia he visto un árbol,

el anuncio de un bosque diferente

a la isla. En vano me disuelvo

en los bordes. Busco una imagen a todo

lo que fue familiar. Nada me queda ahora

sino el niño encumbrado que trajo a mi garganta

un velador, la foto de la abuela vencida

por su ira, el polvo de las tardes pedestres.

He imaginado algo semejante al soporte

de mis años, sin los cuerpos danzantes

que abren sus bocas blandas para aliviar al mundo

de sus deseos, y tiñen de violentos resplandores

el tiempo. He imaginado que ahora voy existiendo

y que esta rara isla me despierta.

 

Pero aún no comprendo la humedad de ese espejo

postrado tras de mí, de ese rebaño enorme

que se mira. En los labios cansados

alguien ha puesto nombres inmemoriales, ventiscas

imaginadas, amagos, reminiscentes vastedades

para llegar a un fondo indefinido.

Alzo mi mano y rozo también el gris del marco

como el humilde azul de las barandas

en el asomo de los días. Sus grietas me parecen

conocidas. Sus manchas me consumen.

Ha calado ese humo de las estatuas

polvorientas. He masticado almas

que han sentido caer todo el color del mundo.

No sé si estoy mirándome en un lago

que es un espejo, o un edificio descascarado,

o un simple bulto hojeado en el camino

casi un cristal, o un mirto intrascendente

para inventar una isla y su distancia

y sus bestias y soles inconclusos.

 

Hoy ya no sé en qué parte del espejo

me distingo. En cuáles realidades

imagino que el tiempo ha transcurrido. Navego

solo bajo la isla y sobre ella,

dentro y fuera de un ciclo inexistente

en los blancos balcones de los días

que mis retratos cuentan desde sus ojos.

 

Desde el borde de la isla alguien me dice adiós, e imagino

que soy la bestia radiante, o la única culpa

de mí mismo. Sospecho

que alguien sabrá mi historia, y que algún día

la escriba tras el distante arrullo de mi nombre

dormido. Acaso el tiempo destierre mis cortinas

y el día sea otra razón familiar

donde abalance el viento sus tantas sinrazones,

y todo lo que he dicho quede, como oscura montaña

en el ocaso donde la larga isla vaga

arrastrando en silencio mis letargos inmóviles

para al fin alejarse tras el peso de sus formas.

Félix Hangelini

Dos sonetos

•agosto 2, 2013 • 3 comentarios

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LENTO SIN MÍ

 

Lento sin mí la noche me deshora
y me desprende de la torre ausente,
y si todo termina, suavemente
me voy lento sin mí, sin mi demora

 
y sin esta llovizna que decora
el espejo en que estoy sobre mi frente,
un abismo de luz, con la estridente
forma sin luz que en mi alma se enamora.

 
Voy tan lento, tan nube, tan ligero,
que a veces pienso en medio del sendero
volver atrás tras el respiro hambriento.

 
Y tan lento presiento que te espero,
lento sin mí donde encendido muero
y otra vez me disipo por el viento.

 

 

MAÑANA

 
Mañana tras el bosque habrá una pena
para escapar del mundo momentáneo,
y una palabra tras la luz serena
y el alba como un párpado espontáneo

 
simulando la noche desde arriba,
donde queda algún grito penitente
o alguna sensación que se derriba
bajo el látigo agudo, persistente.

 
Mañana ya no sé dónde me esconda,
a veces fuego, a veces letanía
de lámparas brotando en su belleza,

 
mañana en que seré como la onda,
como un puñado de melancolía
en medio de mi paz y mi pobreza.

[Me he quedado en la llama, me he dormido]

•julio 1, 2013 • 2 comentarios

 

 

Me he quedado en la llama, me he dormido.

Un espacio sin sombra ni humedad: lo desconozco.

Unas olas despacio, y un corcel infinito

y una espada que pinta jardines con mi sangre.

 

Así ante el espejo, así dentro, transportado

hacia la llama que hurga en los rostros más oscuros,

y yo aún averiguando qué hago todavía

y qué son esas olas, el corcel, los jardines…

 

Félix Hangelini

 

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Día de las madres

•May 14, 2013 • 15 comentarios

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Este fue el último año que pasé junto a mis dos hijos el Día de las Madres. Este fue el último año que fui completamente feliz un Día de las Madres, que los abracé, los besé y les dije “gracias” por darme ese amor y ese cariño que siempre me han dado.

Siempre hemos tenido la costumbre en la familia de esperar los aniversarios de fechas señaladas a la media noche, los cumpleaños, los días de las madres y de los padres los hemos celebrado a media noche, a esa hora son las felicitaciones y los regalos, los besos y los cariños, siempre nos quedamos despiertos esperando el día.

Mis hijos son muy exquisitos en esos detalles, esta postal es símbolo de ello. Esta postal la escogió mi Félix Ernesto, para la familia siempre Ernesto, para mí siempre Ernestico. Sus flores amarillas, sus predilectas, su preciosa caligrafía y su don de poeta siempre presentes.

Después de ese año 2002 habría siempre una llamada por teléfono – él viajó a España el 2 de marzo del 2003– pasadas las 4 de la tarde en Cuba siempre sonaba el teléfono con su felicitación, con su “mami, felicidades”; nunca dejó de hacerlo en diez años, siempre se comunicaba, a pesar de que las líneas se congestionan, él siempre comunicaba, este año no lo hizo, pero estuvo conmigo todo el día, como siempre, junto a Mayito, su hermanito del alma, mi niño pequeño y malcriado, el niño que me queda para darme su cariño, su atención y su amor, tal y como lo aprendió de su hermano mayor, de su ídolo y guía. Y lo hace. Sí, lo hace. Pero me falta una mitad…

Este año recibí el cariño de muchos de sus amigos y amigas. Gracias por recordarlo en mi nombre y en mi día. Y a su padre que a esa misma hora me llamó, no para felicitarme sino para que supiera que estaba en su pensamiento, hoy le dije que cuando el teléfono sonó y vi el 119 (código internacional) me dio un vuelco el corazón, cuando escuché que era su padre pensé que él lo había enviado… Nada, cosas de madre…

Hijo mío: siempre estás en mi pensamiento y en mi corazón.

Tu mamá.

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BUENAS NOCHES DIGO SIEMPRE AL PARTIR

•May 4, 2013 • 3 comentarios

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He borrado tantas cosas que habrían servido para el camino

porque a ratos olvido lo que es el camino:

acaso una enredadera de hojas inexistentes un blanco guarecerse

la filigrana de tantas expresiones acumuladas

había una en tu rostro

allí la línea perdida

¿recuerdas?

 

habría simulado no haberme dado cuenta

si esa simulación hubiera servido para algo

hay tantas formas escritas al azar

pero eras el fin simplemente

así como terminan todos los veranos eres el fin

y el principio

sin saber exactamente dónde voy

o quién me espera

buenas noches digo siempre al partir

nunca sé si volveré

no sé si he de volver alguna vez

o si ya he vuelto y hay un espeso silencio

en todas las cosas estoy condenado apenas

a encontrarte:

en la última página

el gran pájaro olvidó su canción

y aún no vuelve la cabeza.

 

Félix Hangelini

Barcelona, 22 de mayo de 2005.

VUELTA AL BOSQUE CUANDO YA NO ESTÁS

•abril 30, 2013 • 17 comentarios

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Como he prometido, debo seguir escribiendo en este espacio que llenó mi vida a diario de alegría y paz.

Hoy ya no es así, la imagen que mostraremos indica el porqué; a todos los que lo seguían les  agradezco, desde lo más profundo de mi corazón, sus muestras de cariño hacia él, el respeto a su talento y a su persona y la compañía que desde aquí me hicieron, con sus comentarios en los días más tristes de mi vida, que, por demás, siguen siéndolos, porque ya no tengo alegría ni mis días son iguales ni lo serán jamás.

Él ya no está físicamente, no sé si apruebe o no lo que intentaremos hacer, porque tenía una manera muy peculiar de ver la vida y la transmitía de esa misma manera, con su doble intención al escribir, al hablar sobre la vida, su jocosidad constante y su “burla” a la tristeza y las frivolidades. Era un ser muy especial, diferente, pero reunía tantos valores y tanta inteligencia y sabiduría, que para mí era mi dios, mi ídolo, mi guía, mi confesor, mi cómplice, además de mi hijo del alma, ese ser que engendré a los 21 años, casi una niña, pero deseado, felices de tenerlo.

Cuando se fue a España sufrí por tenerlo tan lejos, pero tuve la suerte (no todos la tienen en este país) de trabajar en un sitio con internet y mantenía diariamente comunicación con él. Mientras se ponía invisible para todos, cuando me veía conectarme, enseguida encontraba del otro lado la palabra “mama” o “mami” o “Lilita” como a veces me decía y yo sabía entonces cómo estaba él, qué hacía, qué había cenado, sus achaques, sus ansiedades, su entrega al trabajo día a día, sus proyectos, sus preguntas, sus consejos, de alguna manera me sirvió para sentirlo más cerca, más a mi lado.

Por eso hoy me es tan difícil escribir aquí. Pero también por eso ahora quiero contarles muchas cosas de su niñez, de la que él quería escribir sus memorias- y muchas veces lo dijo-. Quiero ir mostrándoles ese Félix niño, adolescente, las cosas que quizás él jamás hubiera contado por su sencillez y modestia y porque siempre me criticaba cuando yo hablaba de él, ese Hangelini que para mí viene de ángel, el ángel de mi vida, el ángel familiar y amigo, el ángel que ahora estará en el cielo mirándonos, quizás riéndose de todas estas cosas.

Quiero recordarlo con su amplia sonrisa, con su mirada penetrante, como si siempre adivinara lo que uno pensaba, con su andar ligerito y rápido, siempre apurado, con su blancura de piel y de alma, con su alegría, con su sentido del humor, con su vestir sencillo, pero elegante y de buen gusto, con su entrega incondicional a todos los que quería.

Gracias a todos nuevamente por quererlo, por adorarlo tanto…

Quiero dejarles esto que encontré entre sus archivos (poema publicado en este blog el 28 de diciembre de 2009):

El día que ya no esté

El día de mi muerte no me echarás de menos. Echar de menos es tener la esperanza de que asome mi rostro tras la puerta. Pero entonces ya no volveré.

No quedaré en nada, en nadie, no seré más que elemento transfigurado en otro elemento. Que no haya música, ni pierdas el tiempo pensándome fantasma o viento sobre el árbol. Todo puede seguir su misma rutina, a nadie le parecerá importante cualquier remota detención.

Mejor camina hacia otra parte. No te sientes a esperar. Sigue otra huella. La mía se habrá fundido en los mismos circuitos donde todos se calcan. Haz un montón de piedras e imagina que sobre ellas nacerá otro lirio, otra casa, otro libro, otro barco que ya no me llevará.

Que ninguna de mis fotos sirva para extrañarme: pues el de las fotos no soy yo, ni lo será este yo tampoco cuando acabe el poema. El pasado sólo existe en la idea del pasado.

El día que ya no esté que sea el día más común, el que te exija la mayor indiferencia. Total, ya no estaré para decirte que calles o que rías, ni podré acariciar tu cabeza con mi mano cuando llegue la noche. Es un hecho simple la naturaleza.  ¿Por qué cuesta aceptarla?

No me iré a ningún sitio ni me quedaré contigo. Siempre hay una maravillosa mentira en el para siempre. Quizás creerás oír mi voz, grave o nublada, en cada palabra mía que recuerdes, en cada diminuto personaje que me he inventado como justificación. Mi voz sobre el armario y los papeles. Pero será la forma  en que imagines lo que fui, o sea, lo que no soy, lo que ya no seré.

Y si alguna vez trasmigro -si existiera al menos una de esas infinitas posibilidades, con el permiso de algún dios- sólo podré recordarme yo mismo a través de mi pálpito en el nuevo cuerpo habitado. No te preocupes: de algún modo puede que te lo haga saber. O puede que ya nunca más me acuerde de ti y no te venga a buscar.

Así veía él la vida. Hoy yo lo tengo en mi casa por todas partes y sus fotos me lo recuerdan, siempre sonriente, siempre alegre, hoy mis lágrimas no cesan, y aunque respeto su manera de ver la vida, hoy para mí es la compañía perenne en mi andar por la senda del dolor y del silencio, pero a la vez es la luz y la fuerza que me mantiene firme para seguir mostrando su vida y su obra.

Compartirá conmigo estas entradas en este espacio (un nuevo espacio que trataremos de mantener para todos los que deseen seguirlo) Yoandy Cabrera, alguien que no sólo como su amigo, sino como un hijo más para mí, me ha demostrado su lealtad y su cariño sincero y desinteresado hacia él y hacia mí y a quien desde aquí también le agradezco su apoyo, ayuda y amor sin límites.

Lidia, su mamá.

IMPASSE

•junio 3, 2012 • 74 comentarios

Estoy en la Ciudad de México y llueve. El silencio de mi estancia se interrumpe por estridentes tonos telefónicos o por la cercanía con que parecen volar los aviones, no sé si despegando o a punto de aterrizar. Cumplo mi cuarto día en un sitio donde pude una vez emigrar, y que hoy me recibe de paso; una ciudad monumental, caótica, desmesurada, como si la extensión sobre la altiplanicie pretendiera llenar un vacío en una forma barroca contemporánea. De día, sentado en la cocina mientras tomo una taza de chocolate, he sentido repicar en la calle las estridencias del carro de la basura. Todo en el Distrito Federal es estridencia: las voces de los comerciantes, los conductores gritando, los atestados comercios, los colores y olores, la brutal uniformidad de ciertas expresiones, la risa y la alegría, el horizonte volcánico, la fértil imaginación. También las esperanzas y los silencios.

Paseo de noche por la ciudad, y todo termina por ocultarse tras las luces. Toda esa maraña histórica, tremendamente rica, se difumina con las luces nocturnas, y sientes respirar la ciudad a pesar de sus contrastes, de sus avenidas incesantes, de sus iglesias, de sus glorietas donde puedes ver ensayar a jóvenes actores como si se tratase de una pareja de enamorados siendo filmados desde una esquina desconocida. Todo es como un comienzo, como una pregunta nunca hecha. Como un nido de vastedades sucesivas, interminables.

Estoy en la Ciudad de México y tengo gastritis mientras veo caer grandes chaparrones del cielo, y se mojan las sillas de madera de la terraza, la mesa llena de queso traído de Zacatecas, los enormes cristales impolutos. El cielo más cercano que nunca, antojadizo, volátil. Nada, sin embargo, me resulta familiar. Y me pregunto qué habría sido de mi vida hace más de diez años si hubiera empezado por aquí.

LOS NIETOS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

•abril 29, 2012 • 1 comentario

¿POR QUÉ NO ESCRIBO?

•abril 28, 2012 • 1 comentario

Es una pregunta que me he hecho una y otra vez las últimas semanas: ¿por qué he abandonado el blog? ¿Qué impulso me repele de seguir actualizando esta bitácora, cuando tengo aún muchas cosas que contar? Reconozco que mi trabajo consume casi todas mis energías. Que he pasado momentos de mucha exigencia física y mental y que este país no ayuda tampoco a que uno se sienta con la debida paz a hablar de temas que sobrepasen la hostilidad en que vivimos. De todo un poco. Pero lo cierto es que no escribo, que el blog lleva más de mes y medio sin una nueva entrada y hoy he recordado que ni siquiera he podido acusar una entrada en abril. Así que aquí estoy, enfrentado con el fantasma de la página en blanco -bendito lugar común- y lanzando un atisbo de escritura para que el otro que soy no se sienta solo.

Supongo que el impulso regresará, encontraré esa necesidad imperiosa de volver a narrar, aunque ahora mismo en mi cabeza el laberinto se va llenando de curvas y líneas centrífugas que apuntan hacia otros sitios. Los siglos XIX y XX me consumen las fuerzas, y me las exigen diariamente. La urgente realidad me desgasta; ya no en lo económico, sino en lo moral. Pero no hay nada mejor que un día tras otro -dicen- y aquí espero, sobre mi mesa negra llena de papeles, el instante apropiado para lanzarme de nuevo a la palabra. A la palabra escrita de este lugar que de algún modo también me ha venido creando.

Ninguna justificación es suficiente para no ser. Pensemos que estos días son meros espacios en blanco. Prefiero verlos así. Permitidme la licencia.

ESO NO SE LE HACE A UN GATO

•marzo 14, 2012 • 9 comentarios

Para Alejandro (1965-2012)

Ahora que hablamos en confianza, debo confesaros que hace ya poco más de un mes, en unas pruebas de control, mi médico me confirmaba que tenía un nuevo nódulo en el cuello, con sospechas de hiperplasia paratiroidea. Obviamente, para una persona que ya tuvo un tumor extraído en una cirugía hace once años, esta no es una noticia que alegre el día. En lo mental implica adaptarte a una nueva circunstancia: volver a luchar contra un huésped no deseado en una batalla larga en la que no se pueden adivinar los contratiempos que podrían sobrevenir. No obstante uno se prepara para todo, y piensa en todas las posibilidades; a veces también se asusta en noches solitarias, reflexiona en lo que ha vivido, en la intensidad de lo que se ha vivido y si ha sido capaz de cumplir ciertos sueños. Y el vaso comienza a vaciarse hasta alcanzar un estado de satisfacción con la experiencia, una especie de resignación en la que el final es visto solo como un proceso natural que a todos, más tarde o más temprano, nos llega. Con el vaso ya vacío, es más fácil irse.

Si os fijáis, este año me ha costado mucho encontrar un tema para mi primera entrada de enero. Y no porque no los hubiera, sino porque todos o casi todos los que me afectaban, tenían un tono triste y estaban relacionados con la muerte. El fallecimiento de dos de mis ídolos de juventud, Theo Angelopoulos y Wislawa Szymborska, por distintas circunstancias, habría podido provocar que me sentara a escribiros largamente. Pero después de tanto tiempo reconozco que soy un poco supersticioso, y no creí que hablar de muertes fuera una forma optimista de comenzar un año. Así que lo pospuse, tanto que me adapté a sus ausencias y ahora solo prefiero evocarlos en aquella época cuando marcaban las inquietudes del adolescente que fui.

En medio de las incertidumbres sobre el futuro, sobre la continuidad laboral, sobre la próxima ciudad que me habrá de acoger, de mis achaques y tribulaciones, he recibido la noticia de que en la repetición de la ecografía el diagnóstico se ha rectificado y al parecer en mi cuello todo sigue normalmente. Que la zona operada sigue tan inestable como antes, pero libre de huéspedes inesperados. Reconozco que mi cabeza dio un vuelco de alivio, como si de pronto ordenaran desarmarse a un ejército a punto de entrar en combate. En poco más de un mes, todo ha vuelto a la normalidad, y me pregunto si ha sido una prueba más para corroborar la fortaleza de mi carácter, para aflorar mis miedos más ocultos, una nueva advertencia de que efectivamente todo esto que conocemos se puede acabar mañana mismo, no importa lo que hagas, cómo estés, todo lo que te cuides o lo que seas capaz de dar. De pronto, mi vida se vuelve a llenar de las mismas variables que tenía a principios de enero, y sobre todo de variables más impredecibles, más fortuitas (que desaparecen extrañamente cuando el tribunal emite una condena).

En semejante grado relativo de quietud os escribo estas líneas. Como en una felicidad en ruinas. Mucha gente sigue en cambio muriendo ahí fuera, conocidos y desconocidos, y seguimos y seguiremos viendo un proceso natural como dolorosa pérdida. A veces incluso pienso en el «antojo» de esa pérdida como el destino de ciertos personajes dentro de una novela, mala, buena o regular. Vivir tiene esto, pérdidas y ganancias; saber que una de mis mejores amigas está a punto de conseguir engendrar su primer hijo tan deseado y buscado desde hace años, el mismo día en que acaba la terrible y angustiosa agonía del compañero de mi madre en una habitación a miles de kilómetros de Madrid. Literalmente. En agarrar la «suerte» con las dos manos, agradecer con humildad lo que nos ha sido concedido y levantar los ojos al camino que se despereza y llama. Porque amamos la vida, y porque somos como ese gato de la Szymborska que queda en el piso vacío tras la tormenta, y podríamos repetir con ella (con la nostalgia que nos da no tenerla ya para que nos pueda escribir o decir):

Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.

Se oyen pasos en la escalera,
pero no son esos.
La mano que pone el pescado en el plato,
tampoco es aquella que lo ponía.

Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.

Se ha buscado en todos los armarios.
Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.
Incluso se ha roto la prohibición
y se han desparramado los papeles.
Qué más se puede hacer.
Dormir y esperar.

Ya verá cuando regrese,
ya verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Se irá hacia él
como si no quisiera,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.

EL DESENCANTO

•febrero 22, 2012 • 6 comentarios

«El desencanto» es un admirable y brutal retrato de una de las familias más enigmáticas del siglo XX español. Con la firma de Jaime Chávarri en 1976, este documental recoge un fresco de la España postfranquista en la voz de los Panero, un prestigioso clan familiar con tradición en el falangismo, y nos acerca a las diferencias, los fracasos, los temores que inundaron los paisajes de todos ellos. Sitios -en Astorga o en Castrillo de las Piedras- por donde se ven desfilar además nombres como Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Vicente Molina, o hasta la sombra alargada y última de un errabundo Calvert Casey.

En una entrevista despiadada hacia los finales del reportaje, Leopoldo María Panero achaca a su madre la cobardía y el haber sido responsable de su desgracia personal, en el momento -pienso- más duro de todo el documental, sin reparar en que la más observada y peor juzgada, fue ella, viuda, débil y desprotegida, mientras lo visitaba en la cárcel o se enfrentaba a los comisarios políticos del régimen franquista. Leopoldo María habla también de la muerte de su padre como ‘un acontecimiento feliz’, dada la figura autoritaria y cruel que para él y para sus hermanos representó. Énfant terrible de las letras españolas del XX, Leopoldo María aparece en estas imágenes como un ser inaccesible, de un razonamiento lúcido y contradictorio a la vez, despojado por momentos (a sus entonces 26 años) de toda esa aura del esquizofrénico con que se le juzga hoy, y a pesar incluso de la censura del franquismo tardío sobre sus relatos de experiencias sexuales en la cárcel y el manicomio.

Aquí aparecen además el infravalorado Juan Luis Panero, el mayor de los hijos, en su pose intelectual que me hace recordar ciertos tics arrabalescos y sus continuas alusiones a su estrambótica personalidad, su esnobismo y su experiencia con grandes figuras de la época. Y el menor, Michi, con su discurso nervioso y quizás menos permeado de asombros, con una vitalidad mucho más contagiosa que todos sus hermanos, pero también con una personalidad excéntrica y esquizoide como se vio más tarde.

La de los Panero es una sinceridad sin cortapisas, legitimada por el paso del tiempo, donde se nos descubre una voz que intenta sobrevivir a las nuevas generaciones, una voz cada vez más lejana, la de la madre, Felicidad Blanc, de una admirable lucidez lo mismo en el autorreproche que en la preocupación por sus vástagos, que en el análisis de los eventos de sus vidas -incluso aquellos relacionados con otras almas atormentadas que acudían al entorno familiar- y su rol doméstico subyugado al de su esposo, y más tarde a los vaivenes sociopolíticos. Y detrás de todos, la poderosa figura del padre, el también poeta Leopoldo Panero, inundando la casa aún catorce años después de su muerte, como un martillo incesante que va golpeando sobre las cabezas familiares.

Muy recomendable para aquellos que gustan de acudir a testigos y protagonistas de la historia (literaria y social) de un país. Un relato cargado de una poesía distinta; la poesía en estado primitivo, en la cantera del verso, donde son engendrados los monstruos de la imaginación.

ALMA

•febrero 17, 2012 • 3 comentarios

Un hermoso e inquietante cortometraje dirigido por Rodrigo Blass.

(Agradezco a Zaida Vila por su recomendación.)

ERRORES MARAVILLOSOS

•diciembre 19, 2011 • 6 comentarios

Anota el teléfono la noche anterior en un trozo de papel: 626 xxx xxx. Anota el nombre de la chica: Amanda. Bebe un vaso de agua y se va a dormir. Encontrar piso en Madrid, dadas las condiciones actuales, no debe ser algo difícil.

Amanece y se despierta a media mañana. Se toma la pastilla. Espera media hora para desayunar. Recuerda que lo primero que debe hacer es llamar a la tal Amanda, concertar una cita para ver el piso. Coge el móvil, el trozo de papel y marca. Primer intento: «el número al que usted llama está apagado o fuera de cobertura en este momento». Aprovecha para revisar el email. La carpeta de spam tiene 720 mensajes en menos de nueve horas. Pasan diez minutos, coge de nuevo el teléfono y se atreve a marcar de memoria. Timbre. Rápidamente sospecha y comprueba con el papel que ha marcado un número equivocado, en vez de 626 ha marcado un 629… Cuelga al momento después de un tono apenas. Llama al número correcto y le sale Amanda, una graciosa chica argentina. Puede ir al piso esta misma tarde, pero lo recibirá el portero del edificio, Amanda está trabajando en Buenos Aires. Quedan para la próxima semana, los contratos desde la distancia no son fiables en los tiempos que corren.

Cinco minutos después suena su propio móvil. Un 629 xxx xxx:

-¿Sí? -responde.
-Hola -dice una voz al otro lado. Una dulcísima voz que parece esperar una llamada y tal vez sea esta.
-Hola, dígame- insiste, a secas.
-He recibido una llamada suya desde este móvil…
-¡Ah sí!, perdone, ha sido una equivocación. Marqué un número equivocado. Disculpe. Buscaba a otra persona.
-Ah vale.- La voz hace una pausa de cinco segundos, como quien piensa la siguiente frase o como quien se ha entretenido en otra cosa… -Comprendo, no pasa nada.
-Lo siento. Buen día, adiós.

Cuelga el móvil y se queda pensando en esas maravillosas casualidades que le permiten conocer esas dulcísimas voces inesperadas al otro lado del teléfono. Piensa en la fugacidad de estos encuentros. Imagina el rostro juvenil con vestigios adolescentes, tras la voz; la delicadeza más absoluta, el tono lúdico y desapacible como un pequeño gorrión que intenta guarecerse del frío (¿de Madrid?). Siente una pequeña necesidad. Aunque se ha quedado en su salón, absolutamente descolocado, no tendrá valor para volver a llamar. Lo dejará fluir. Sin más. Como otro accidente cotidiano. Aunque sabe que cuando desee escuchar de nuevo esa voz sólo tiene que marcar el mismo número de teléfono. Sí, a fin de cuentas es sólo eso: un simple error, un número equivocado.

Anota en sus contactos el número de Amanda, el único nombre (¿verdadero?) que conoce. Seguirá buscando piso.

SOBRE UNA TUMBA UNA RUMBA

•diciembre 10, 2011 • 5 comentarios

Es ancestral la fascinación de las culturas por lo necrológico, pero siempre me ha llamado la atención el culto reverencial y a la vez lúdico de los cubanos por la muerte.

Reírse de sus propias desgracias es algo muy típico de la cultura de la Isla, probablemente es lo que nos ha hecho resistir, sobrevivir. Somos dramáticos, desmesurados y exaltados por naturaleza. Los reyes de la tragedia y de la fiesta. Histriónicos en cada matiz hasta la saciedad, porque lo nuestro «es puro teatro», como decía La Lupe. Escandalosos y extremadamente susceptibles, sin medias tintas. El centro del universo, porque para los cubanos Cuba es el ombligo de todo, como tiene que ser. Aunque pasen los años, seguimos con las mismas ideas, es algo inherente a nuestra tradición, a nuestra forma de ver el mundo. Nos mostramos bravucones porque no nos han enseñado a justificar nuestros miedos. No hay nada más triste que un cubano llorando, por lo que tiene de trasgresor y esencialmente de contracultural. No se nos enseña a llorar, ni a las mujeres ni a los hombres, y sin embargo somos tremendamente sentimentales y sufridores como nuestros ascendentes. Inventamos el son, la habanera, el danzón, el bolero, esas letras que te abren las venas en canal, con las que se ablandan corazones difíciles y que bailas despacio en la intimidad de un pequeño salón a media luz, o con un trago de ron. También inventamos la rumba, la salsa, la guaracha, la conga, todo eso que conduce al «despelote», aquello que remueve los cimientos de cualquier edificio con el paso arrollador, los giros y movimientos frenéticos. Estamos acostumbrados a hablar de todas las cosas en voz alta, pero nuestras verdades más íntimas, por insignificantes que sean, las decimos en un susurro. Muy sensuales y carnales, pero muy escurridizos de conocer.

Siempre me ha parecido curiosa esa fascinación cubana por los muertos, a pesar de que comprendo su trasfondo antropológico y su contenido filosófico. Somos unos excelentes turistas de cementerios, y en cierta manera nos produce morbo conocer hasta el último detalle de cada deceso. Muchas veces para reírnos después de todo lo que rodea la tradición de los rituales y quitar peso a esa veneración por la memoria del difunto, más allá de nuestras creencias religiosas. En el cine lo hemos visto en películas como «La muerte de un burócrata» o su presunta secuela «Guantanamera», ambas de Tomás Gutiérrez Alea (la segunda en colaboración con Juan Carlos Tabío). En música hay muchos más ejemplos. Una de las canciones que más recuerdo de adolescente es «El funeral de Papá Montero» que podéis escuchar haciendo click AQUÍ y que tuvo su versión en «La bella del Alhambra» que podéis escuchar AQUÍ. Pero también esta composición de Ignacio Piñeiro, guajira-son montuno que he encontrado esta tarde por pura casualidad, en versión de María Teresa Vera y Lorenzo Hierrezuelo: «Sobre una tumba una rumba». La conocía en voz de Celeste Mendoza, pero la versión de María Teresa es impresionante, porque resume nuestra esencia en un equilibrio pocas veces visto, a la manera del sufrimiento que se expresa en «Lágrimas negras», que acaba con un estribillo bailable, como en una alegre borrachera.

(PS Por cierto, el que estas líneas escribe fue bautizado en la histórica Capilla del Cementerio General de La Habana, en una mañana de invierno de 1978. Pero los motivos fueron coyunturales, no fue una elección morbosa.)

SOBRE UNA TUMBA UNA RUMBA

Enterrador, te suplico
que por mi bien cantes mucho
al recibir los despojos
de la que fue mis amores,

y en el lugar que reposa
en vez de lucidas flores
siembra una mata de abrojos
para no olvidar quién era.

Luego, en lugar de rezar,
por su descanso un requiem,
ruega que vaya al infierno
y que el diablo le haga bien,

y en el mármol de su tumba
de eterna recordación
pondremos esta inscripción
que es la copia de una rumba:

No la llores, no la llores
que fue la gran bandolera
enterrador no la llores

No la llores más
ni la sientas más,
que fue la gran bandolera
enterrador, no la llores

No la llores más
su lengua la mató
a esa conversadora,
enterrador no la llores

No la llores más
que en el infierno está
que fue la gran bandolera
enterrador no la llores

No la llores más
que ya me la pagó
a esa bandolera
enterrador no la llores

LAS SIETE EN PUNTO

•diciembre 8, 2011 • 4 comentarios

Un poema de uno de los mayores escritores cubanos del siglo XX, Virgilio Piñera (1912-1979), recitado/leído por él mismo e incluido en la edición de 1969 de La vida entera. Una voz para acompañar el invierno neblinoso de Madrid, recordando La Habana de los años sesenta del siglo pasado.

LAS SIETE EN PUNTO, Virgilio Piñera

Las tres y media de la tarde.
Las paredes, los cuadros, el sillón,
el escritorio lleno de papeles,
el cenicero lleno de colillas,
el timbre de la puerta, sin sonido.
En la siesta soñé que el timbre era
un timbre con sonido, y desperté.
Ya no sueño. ¿Y acaso he despertado?
¿O soy el que en el sueño
jura y perjura que despierto está?
Habrá que despertarse un poco más.
Así, medio dormido y resoñado,
si el teléfono suena,
yo sería el teléfono,
y él, como si fuera yo, diciendo: ¡Oigo!
Despierto con café o con la muerte.
En la cocina el colador, mojado,
me llama al orden: ¡Vamos, a despertar
y a despertarme! –porque también
yo estoy dormido.
Las paredes, los cuadros, el sillón
ahora son verdaderos,
y me siento, los cuadros miro, las paredes toco.
¿Te imaginas tú mismo mirando lo que has sido,
sentado en algo que no sienta a nadie?
Con vida aún, pero ya casi muerto
salgo de la cocina. Son las cuatro y diez.
Ahora a darme un duchazo.
Entono letanías bajo el agua:
¡Qué lejos, qué lejos de la vida,
tan lejos que casi no estoy;
qué cerca, qué cerca de la muerte,
tan cerca que casi no soy!
A mil novecientos veintiséis
desde el baño lo veo, en un papel que dice:
“Me salvé de ir a clases,
la maestra está enferma de los nervios…”
Me seco con cuidado.
Un viejo que se cae, cae todo,
y en su caída arrastra la toalla
en un coito final de grito y tumba.
Ahora el desodorante,
pero antes mira la hora en el reloj.
Tenla presente en medio de tu infierno,
hacia el último norte ella es tu brújula:
Muertenorte que mata los relojes.
Encima de la cómoda hay una foto:
soy yo en el veintiocho en una playa.
¿Cómo estás tú? –le digo al personaje–
¿Fría el agua? Pero él no me responde,
entre el cielo y el mar se tiene ausente;
le digo que se acerca el postrer viaje,
que se vaya vistiendo, que es inútil
seguir en esa playa imaginaria.
Pero él se queda en la fotografía.
Las cinco y veinte. Ahora la corbata.
Ante el espejo los dos somos iguales
mientras me hago el nudo:
los cuellos se distienden o contraen,
las cuatro manos ahorcan el presente,
las dos narices huelen el futuro,
las cuatro orejas oyen la sentencia,
y dos pares de ojos ven dos lenguas
salir como ratones de sus cuevas.
Vamos, apúrate, esperándote están,
deja de contemplarte, perfecto el nudo está,
nunca más volverás a hacer otro mejor.
Rápido: los pantalones, ahora el saco.
Las seis y media. ¿Por qué puerta salgo?
¿Por ésta que da al baño o por ésa
que el comedor separa de la sala?
Vestido ya. Las siete menos veinte.
Choco con las paredes, revuelvo las colillas
con la mano derecha, y con la izquierda
me cojo la corbata, tiro de ella,
caigo de espaldas, me doy con el sillón.
Se mece solo este sillón maldito.
La lengua se me preña y pare lengua
de idiota, toda envuelta en baba;
los ojos van a ser piedras preciosas,
pero antes de brillar se apagarán.

A mis oídos llegan las palabras
que antes nunca escuché:
son de un idioma intraducible, son palabras.
Las siete en punto y ni una hora más.
Ahora ya me posé. Que entren los fotógrafos.