SOBRE UNA TUMBA UNA RUMBA

Es ancestral la fascinación de las culturas por lo necrológico, pero siempre me ha llamado la atención el culto reverencial y a la vez lúdico de los cubanos por la muerte.

Reírse de sus propias desgracias es algo muy típico de la cultura de la Isla, probablemente es lo que nos ha hecho resistir, sobrevivir. Somos dramáticos, desmesurados y exaltados por naturaleza. Los reyes de la tragedia y de la fiesta. Histriónicos en cada matiz hasta la saciedad, porque lo nuestro «es puro teatro», como decía La Lupe. Escandalosos y extremadamente susceptibles, sin medias tintas. El centro del universo, porque para los cubanos Cuba es el ombligo de todo, como tiene que ser. Aunque pasen los años, seguimos con las mismas ideas, es algo inherente a nuestra tradición, a nuestra forma de ver el mundo. Nos mostramos bravucones porque no nos han enseñado a justificar nuestros miedos. No hay nada más triste que un cubano llorando, por lo que tiene de trasgresor y esencialmente de contracultural. No se nos enseña a llorar, ni a las mujeres ni a los hombres, y sin embargo somos tremendamente sentimentales y sufridores como nuestros ascendentes. Inventamos el son, la habanera, el danzón, el bolero, esas letras que te abren las venas en canal, con las que se ablandan corazones difíciles y que bailas despacio en la intimidad de un pequeño salón a media luz, o con un trago de ron. También inventamos la rumba, la salsa, la guaracha, la conga, todo eso que conduce al «despelote», aquello que remueve los cimientos de cualquier edificio con el paso arrollador, los giros y movimientos frenéticos. Estamos acostumbrados a hablar de todas las cosas en voz alta, pero nuestras verdades más íntimas, por insignificantes que sean, las decimos en un susurro. Muy sensuales y carnales, pero muy escurridizos de conocer.

Siempre me ha parecido curiosa esa fascinación cubana por los muertos, a pesar de que comprendo su trasfondo antropológico y su contenido filosófico. Somos unos excelentes turistas de cementerios, y en cierta manera nos produce morbo conocer hasta el último detalle de cada deceso. Muchas veces para reírnos después de todo lo que rodea la tradición de los rituales y quitar peso a esa veneración por la memoria del difunto, más allá de nuestras creencias religiosas. En el cine lo hemos visto en películas como «La muerte de un burócrata» o su presunta secuela «Guantanamera», ambas de Tomás Gutiérrez Alea (la segunda en colaboración con Juan Carlos Tabío). En música hay muchos más ejemplos. Una de las canciones que más recuerdo de adolescente es «El funeral de Papá Montero» que podéis escuchar haciendo click AQUÍ y que tuvo su versión en «La bella del Alhambra» que podéis escuchar AQUÍ. Pero también esta composición de Ignacio Piñeiro, guajira-son montuno que he encontrado esta tarde por pura casualidad, en versión de María Teresa Vera y Lorenzo Hierrezuelo: «Sobre una tumba una rumba». La conocía en voz de Celeste Mendoza, pero la versión de María Teresa es impresionante, porque resume nuestra esencia en un equilibrio pocas veces visto, a la manera del sufrimiento que se expresa en «Lágrimas negras», que acaba con un estribillo bailable, como en una alegre borrachera.

(PS Por cierto, el que estas líneas escribe fue bautizado en la histórica Capilla del Cementerio General de La Habana, en una mañana de invierno de 1978. Pero los motivos fueron coyunturales, no fue una elección morbosa.)

SOBRE UNA TUMBA UNA RUMBA

Enterrador, te suplico
que por mi bien cantes mucho
al recibir los despojos
de la que fue mis amores,

y en el lugar que reposa
en vez de lucidas flores
siembra una mata de abrojos
para no olvidar quién era.

Luego, en lugar de rezar,
por su descanso un requiem,
ruega que vaya al infierno
y que el diablo le haga bien,

y en el mármol de su tumba
de eterna recordación
pondremos esta inscripción
que es la copia de una rumba:

No la llores, no la llores
que fue la gran bandolera
enterrador no la llores

No la llores más
ni la sientas más,
que fue la gran bandolera
enterrador, no la llores

No la llores más
su lengua la mató
a esa conversadora,
enterrador no la llores

No la llores más
que en el infierno está
que fue la gran bandolera
enterrador no la llores

No la llores más
que ya me la pagó
a esa bandolera
enterrador no la llores

~ por Félix Hangelini en diciembre 10, 2011.

5 respuestas to “SOBRE UNA TUMBA UNA RUMBA”

  1. Yo moriré prosaicamente

  2. … de cualquier cosa». Exacto, como la descripción de su propio funeral de Rubén Martínez Villena. Y luego:

    «Brotará la hilarante virtud del disparate
    o la ingeniosa anécdota llena de perversión,
    y las apetecidas tazas de chocolate
    serán sabrosas pausas en la conversación.»

  3. Por cierto que entre mis favoritas esta «el viejo enterrador de la comarca» realmente Bodas Negras. Es del colombiano julio Florez pero siempre la canto maria Teresa vera. Escatologica a mas no poder casi del genero de horror siempre se la oi a mi padre y a la vieja AAda Cardona, abuela de Anny. siempre le pediamos que la cantara y nunca nos aburriamos de oirla. Nada mas roma tico horrible y eterno a la vez. Besitos de muertos pa ti…

  4. Melis, «Boda negra» fue la otra canción que pensé para esta entrada. Pero me decidí por el montuno. Pero tienes razón: es tétrica y de una necrofilia espeluznante.

    Aquí va:

    Boda Negra

    Oye la historia que contóme un día
    El viejo enterrador de la comarca
    Era un amante que por suerte impía
    Su dulce bien le arrebató la parca

    Todas las noches iba al cementerio
    A visitar la tumba de su hermosa
    La gente murmuraba con misterio
    Es un muerto escapado de la fosa

    En una horrenda noche hizo pedazos
    El mármol de la tumba abandonada
    Cavó la tierra y se llevó en sus brazos
    El rígido esqueleto de su amada

    Y allá en la triste habitación sombría
    De un cirio fúnebre a la llama incierta
    Sentó a su lado la osamenta fría
    Y celebró sus bodas con la muerta

    Ató con cintas los desnudos huesos
    El yerto cráneo coronó de flores
    La horrible boca la cubrió de besos
    Y le contó sonriendo sus amores

    Llevó a la novia al tálamo mullido
    se acostó junto a ella enamorado
    y para siempre se quedó dormido
    al rígido esqueleto abrazado

  5. ME GUSTA ESTE NUMERO CANTADO POR MARIA TERESA VERA

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